(Paréntesis)

Ramblas de colores, de pieles,
de flores, de miradas,
de aire de acordeón y mimo.

Sueños buscados,
curvas conseguidas
e imposibles azulejos vivientes.

Azules de cielo y mar,
tormenta de libertad
y rectas arboladas al infinito.

BARCELONA NO ES UNA CIUDAD.

Avenidas de fuego y agua,
memoria del asfalto,
añoranza de la piedra
-que debajo palpita-
porque aquí nada muere
y las lápidas miran al mediterráneo,
respirando vida,
cantando resurrección.

BARCELONA ES UN MOSAICO DE TIEMPOS, ROSTROS Y CULTURAS.

Y palmeras hipnotizadas por el horizonte,
y barcos regalando guijas,
y colinas que recuestan al sol,
y un hombre que mira con brillo en los ojos,
y un imposible adiós.

BARCELONA NO ES DE COLÓN,
BARCELONA ES DEL MAR...


[25 de septiembre de 2006, La Barceloneta]

Un mal invierno lo tiene cualquiera.

No soy mi piel;
verde olivo,
blanco azahar,
suave, canela en rama.

No soy mi
piel;
donada y deleitada,
adormecida,
candente.

Soy
piel prestada,
olvidada de un subconsciente;
de tus lunares,
tus marcas y tus dientes.

Soy piel que aborta la ilusión;
restregada,
cuarteada en tus desaires,
doloriente y terca.

No soy la piel que habito.


[Texto escrito en mayo de 2011]

A mi pueblo.

El Viso del Alcor.

Tapias bañadas de buganvilla
en calles donde los suspiros delatan
y en los recovecos baila el viento.

Añoranza,
en los rincones de la memoria
donde las piedras se llenan de recuerdos,
donde el azahar rompe aunque sea enero.

En esta habitación sin vistas
las paredes se convierten en frescos
y te llenan la mirada de fachadas,
de mañanas y olores a septiembre.

Añoranza,
que no olvido un callejón
y los cantos de los grillos en verano,
porque aquí los grillos no cantan
ni florecen los balcones en mayo.


[Texto sin fecha, pero anterior a 2006. Lo he reescrito para publicarlo, modificando algunas partes.]

A mi madre.

Deseo volver a los otoños de candelas en el corral,
a los niños jugando sin horas
-síndrome de libertad desmelenada-.

Deseo volver a las calles naranjas de azahar,
a los balcones de geranios,
a los patios de cal y barro.

Volver por unas horas a los cantos para dormir,
a los cuatro palos convertidos en el caballo más grande.

Volver a los veranos eternos,
a la persecución de lagartijas,
al sol despertándome sin calma,
a los inviernos de mantas y abuelos.

Volver al abrigo de los gatos
y al cantar del vientre.

Volver a unos añorados brazos
donde alojarme por unas horas
en las sábanas únicas de la piel,
en la caricia de mi madre,
en el susurro de la protección.


[Texto escrito en agosto de 2006; por razones obvias es con el que tenía que inaugurar este blog]