Grupo 7. Alberto Rodríguez. Abril 2012.

Grupo 7 es puro cine andaluz; algunos, al usar esta denominación simplemente me dicen que eso es un concepto vacío e inexistente, ahora tengo una respuesta más que darles: Grupo 7, porque está producida y realizada desde Andalucía, porque está escrita, rodada e interpretada con acento y porque refleja una época, una sociedad y una transición de una ciudad andaluzas, elementos fundamentales para presentar con "denominación de origen" una cinta. Sí, existe el cine andaluz, y Grupo 7 se une con orgullo a una lista pequeña pero llena de grandes títulos, en la cual, Alberto Rodríguez ya se empieza a escribir con letras mayúsculas, sin menospreciar por ello a nuestro cine patrio, español, que cada vez se engrosa y crece de forma trepidante con una magnífica diversidad. Estamos en malos tiempos para la producción pero no para el talento.

Además de todo lo indicado, Grupo 7 es un peliculón redondo, intrigante, que no decae en ningún momento, que presenta, desarrolla y cierra cada uno de sus personajes y con el cómputo de todos ellos presenta una historia realista, fuerte y con una acción trepidante en una ciudad, Sevilla; que necesitaba un lavado de cara para uno de los mayores acontecimientos de su historia, la Exposición Universal de 1992. El realizador se sirve de estos elementos reales para presentarnos un thriller policial que no deja descanso al espectador, una película aparentemente rápida y de acción que poco a poco se va deshaciendo en una historia profunda sobre las miserias y las pobrezas de sus personajes, tanto los "buenos" como los "malos". Gran parte del éxito final de la cinta se debe a la exhaustiva dirección de Alberto Rodríguez que conoce a la perfección la historia que quiere contar (cosa que entre los directores no siempre sucede) y el ambiente en el que la quiere situar, pero también a su magnífico reparto, encabezado por un Antonio de la Torre que en cada trabajo está mejor y da más de sí, en este caso con una mirada tan profunda que no necesita ni sola de las palabras de su texto, habla con cada gesto, habla incluso con la barba de su personaje y con una forma de caminar que nos transmite una lápida inmensa, un pasado que poco a poco vamos vislumbrando con la cinta pero que desde el minuto uno ya se puede apreciar en su cara; confirmado ya sin duda como uno de los mejores actores de nuestro país y, personalmente, como uno de mis referentes interpretativos, un maestro. Mario Casas da un paso más y hace el que probablemente sea, y con diferencia, el mejor trabajo de su carrera. Junto con los dos ya mencionados conforman el Grupo 7 José Manuel Poga y Joaquín Núnez, ambos actores absolutamente realistas en sus trabajos y muy sinceros y sin estereotipos a la hora de crear sus personajes, los cuatro conforman un grupo policial absolutamente cinematográfico, que se complementan unos a otros como piezas de un puzzle perfecto. La película la completa un reparto de personajes muy bien seleccionados, que la hacen sincera, cercana, entre los que, para mí, destacan Julián Villagrán, con un Joaquín, su personaje, que desprende una ternura inusitada en este tipo de personajes y el gran descubrimiento de la película: Estefanía de los Santos, la Caoba, una prostituta clave para el cuarteto policial, que está interpretado desde la fuerza, el desgarro y la sinceridad. Estefanía tiene una de las miradas más potentes que he visto en el cine en muchos años, y una verdad en cada una de sus palabras y sus gestos que evidencian el enorme talento de la actriz, una de esas actrices que presenta a sus personajes de frente, sin voces impostadas y sin importarle lo más mínimo nada. Recalcar la que para mí es una de las mejores secuencias de la cinta, y de las secuencias buenas que he visto ultimamente, que es la protagonizada entre la susodicha actriz y el "policía" Joaquín Núñez en el bar gay, cada "microsegundo" de la secuencia, cada gesto, cada carcajada, cada palabra y, sobretodo, cada mirada son de una maestría interpretativa absoluta. Espero que Grupo 7 dé mucho que hablar y tengamos policías sevillanos para rato porque estamos sin duda ante una de las películas del año.

Y no quisiera acabar sin resaltar el escenario en el que desarrollan su limpieza los cuatro policías, una Sevilla perfectamente recreada y ambientada en aquella sociedad de finales de los 80 que va desde el centro a los barrios más marginales sin pudor alguno, enhorabuena a todo su equipo técnico y artístico por huir de los tópicos y mostrar una realidad tal cual la siguen contando los que la vivieron.