Duerme.

No hay rosas que en tu mármol alumbren
ni cipreses que en tu senda avisen.

Duerme Federico, duerme.
Dejaremos abierta
la puerta de tu balcón.
No habrá "cerillas apagadas"
que se coman tus palabras.
Adela saldrá airosa
a los campos y a las tablas.
No habrá hábito ni luto
que marchite tus páginas,
que silencie tus dedos,
que fustigue tu viento.

Duerme Federico, duerme
entre vientos de la Alhambra
y fuentes de la serranía
que la noche verde de agosto
solo será muelle y puerto
y latigazo de tierra seca.
La luna se pondrá su antifaz
el de los ojos cosidos,
el del lunes que no llega,
y el tiempo devolverá la fiesta.

Duerme tranquilo, duerme,
que tu alma libre ya vaga
entre sedientos incandescentes.
Tus crujidos son gloria,
la gloria de tus días grises
y el tormento de tu verdugo.

Duerme Federico, duerme,
perdido entre las raíces
de un árbol que si hablara
gritaría: Nueva York.
Duerme entre las manos
de quien mece tus páginas
y baila tus reclamos.

Duerme Federico, duerme.
Descansa en tu nido de cigüeñas,
que la muerte sólo llega
cuando dispara el olvido.

Duerme Federico.


[Canción a Lorca, publicada por primera vez el 19 de agosto de 2012 y reescrita en diciembre de 2012]