20 de Octubre de 2011.

Recuerdo perfectamente la primera manifestación a la que fui, fue del brazo de mis padres y con mis hermanos, mi madre nos pintó las palmas de las manos blancas, acababa de morir, asesinado por ETA, Miguel Ángel Blanco, desde aquel día deseo encender la televisión y oír esta noticia: PAZ.

Tenía 13 años, gracias a la educación que me dieron mis padres, todavía era un niño, con su inocencia, jugaba a los "Playmobil" con mi hermano pequeño y había visto alguna imagen de atentados pero no había prestado mayor atención. Aquel fin de semana mi madre se tuvo que sentar con nosotros y explicarnos que en el diccionario hay una palabra que es terrorismo, que hay gente que mata por ideales absurdos y que hay familias que sin razón alguna pierden a un ser querido y que los terroristas no representan a nada, que no hay ningún pueblo que mate, sólo unos cuantos locos, aquel día se abrió una brecha que no creo se cierre jamás; éramos dos niños pero empezamos a entender que fuera de los límites de nuestro pueblo en la provincia de Sevilla pasaban cosas muy malas. Aquella tarde, en la que aparecían una y otra imagen de las plazas de España llena de personas con las manos pintadas de blanco y velas encendidas, con los ojos explotados en lágrimas y rabia y las voces más unidas que nunca, nuestros padres nos llevaron a una manifestación, una manifestación de repulsa, Miguel Ángel Blanco ya estaba muerto pero nadie podía estar sentado en su casa. Lo reconozco, en mi inocencia sentí rabia, una rabia infinita, una rabia que me llevaba a desear que le hicieran a los asesinos lo mismo que ellos hicieron por la espalda al de Ermua; los años me han hecho entender que los crímenes se pagan con penas y cárcel, pero entonces era un niño y lloré al ver a una hermana rubia y bajita leyendo un manifiesto contra el terrorismo.

No olvido aquella tarde, aquel paseo silencioso por las calles que a veces se veía interrumpido por voces que gritaban contra ETA, y gritaba eslóganes que apenas entendía, y alzaba mis manos pintadas de blanco por mi madre, y sentía rabia, mucha rabia. Recuerdo a mi padre, como si lo estuviera viendo, con la boca cerrada, siempre ha dicho más con los ojos que con los labios, la cabeza gacha y las manos altas, siempre fue activista y comprometido y para él, por aquel entonces, cosa que he comprendido con los años, España se venía abajo, no olvidaré su imagen. Aquel fin de semana quedará por siempre grabado en la memoria de los españoles, aquel fin de semana nació la parte idealista, inconformista y política dentro de mí. Y no olvidaré la cena silenciosa de aquella noche y la suma que empecé a hacer cada vez que veía en un telediario o en un periódico otro atentado más e imaginaba como se paralizarían las programaciones de las distintas cadenas el día que ETA anunciara el fin del terror. El día ha llegado y esperemos que sea por siempre. VIVA LA LIBERTAD, VIVA LA PAZ.