Pa mi casa.

Anhelos de ventanas abiertas.

Volver.

Revoltijos y espirales de cortinas
marcadas por la curiosidad del gato
y el viento del jazmín.

Sol.

Los suelos fríos del mármol,
espejos de la planta de los pies
y sábanas de las noches de agosto.

Olores.

Mi casa;
la que perdura en la memoria,
la que no derriban los martillos,
la de los sueños y las pesadillas,
la levantada y la que no se borra.

Un determinante, un sustantivo y el todo.
Soy la sonrisa de aquellos días,
las canciones de la radio,
las voces que regañan,
los bailes escondidos,
los miedos,
la azotea, los alambres y el cielo,
mil ojos para bien y para mal,
el dedo clavado en la espalda
y una carpintería donde soñar mil mundos,
en la que la viruta era un día confeti y otro castillos
y las máquinas: casas, naves, coches y máquinas.

Soy, somos, fuimos y seremos,
sin más, y a cada paso:
una letra más a soy.


[25 de noviembre de 2011, me acosté escuchando Mecano tras la falsa noticia de su vuelta y esto fue lo que surgió]