a los niños jugando sin horas
-síndrome de libertad desmelenada-.
Deseo volver a las calles naranjas de azahar,
a los balcones de geranios,
a los patios de cal y barro.
Volver por unas horas a los cantos para dormir,
a los cuatro palos convertidos en el caballo más grande.
Volver a los veranos eternos,
a la persecución de lagartijas,
al sol despertándome sin calma,
a los inviernos de mantas y abuelos.
Volver al abrigo de los gatos
y al cantar del vientre.
Volver a unos añorados brazos
donde alojarme por unas horas
en las sábanas únicas de la piel,
en la caricia de mi madre,
en el susurro de la protección.
[Texto escrito en agosto de 2006; por razones obvias es con el que tenía que inaugurar este blog]